INTRODUCCIÓN
Familias ensambladas, re-constituidas, re-construidas, re-organizadas, re-compuestas, amalgamadas, mezcladas, mixtas o familiastras son todas nominaciones con las que se designa, en idioma español, al tipo de organización familiar que se constituye a partir del segundo o ulterior matrimonio o unión de hecho de un progenitor.
Esta forma de familia está precedida por la muerte del cónyuge, por una separación o divorcio, y la presencia de hijos previos a la conformación de la pareja es su distintivo principal. Hasta mediados del siglo pasado, tenían su origen en la viudez y nueva unión conyugal de un progenitor, pero con el incremento de separaciones y divorcios acaecidos en las últimas décadas, ha crecido notablemente el número de personas con hijos que se vuelve a casar o simplemente a convivir en pareja.
Contrariamente a lo que se pensaba con anterioridad a las primeras investigaciones confiables - que tuvieron lugar en USA allá por los años ’70 - hoy sabemos que cuando sus pautas de funcionamientos son acordes a su estructura particular, resultan perfectamente viables para el crecimiento y desarrollo saludable de todos sus miembros incluídos los niños que las integran. En otras palabras, se trata de una forma de familia cuya estructura y dinámica difiere de la familia tradicional.
ACERCA DE LA DENOMINACIÓN
A pesar de contar con una identidad propia, en la mayoría de países carecen de nombre propio. La importancia que tiene designar una familia con un nombre propio reside en que, no sólo le confiere identidad, sino que además, establece quienes pertenecen a ella – parientes – y quienes no. Éste no es un tema menor, ya que identidad y pertenencia son necesidades básicas del ser humano.
En la mayoría de los países de habla hispana, a excepción de la Argentina dónde se las conoce como “familias ensambladas”, y de México, como “familias de segunda vuelta”, no poseen un nombre específico. Como señalábamos más arriba, se habla de familias “re-compuestas”, “re-constituidas”, “re-construidas”, “re-organizadas”, etc. términos dónde el prefijo “re” pareciera indicar algo que se recompuso luego de haberse roto o destruido. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el prefijo “re” hace referencia a “reintegración” o “repetición”, de modo que “reconstituir” quiere decir “volver a constituir” o “re-hacer”; “re- componer” significa “volver a componer”. Sin embargo de ninguna manera, la nueva familia es una re-composición, una reparación o un arreglo de la anterior.
Todas estas nominaciones, indudablemente, encierran una connotación peyorativa: nada que se haya roto y luego recompuesto podrá ser tan bueno como antes de romperse. Por su parte, el término “amalgamada”, tampoco es muy feliz y confunde, ya que en una amalgama los componentes se mezclan y diluyen entre sí. “Familiastra”, no escapa a las generales de la ley, ya que el sufijo “astra”, según lo establece el mencionado diccionario imprime un carácter despectivo a cualquier palabra al entrar en su composición.
En lengua sajona se usa un término preciso para su designación: stepfamily, palabra compuesta por step + family, para la cual no existe traducción literal al idioma español. El prefijo “step” tiene una doble acepción: por un lado, proviene de “steop” (inglés antiguo) y que significa huérfano, desamparado, y por otro, en su connotación más moderna, significa “paso”.
En la Argentina se ha popularizado el nombre “familias ensambladas”. Ensamble es una palabra proveniente de la ingeniería y alude al resultado de la unión, encaje, o más precisamente, del ensamble de piezas de distinto origen, cuyo resultado configura una unidad nueva y diferente de aquellas que le dieron nacimiento, a la vez, que conserva en este proceso su forma anterior. Pensemos en el ensamble de las piezas de un automóvil. Hay quienes prefieren asociar la palabra ensamble con una metáfora musical. Los ensambles son obras musicales escritas para un grupo de solistas y aquí el término hace referencia tanto al conjunto musical, como al grado de coherencia en la ejecución de la obra.
Para más precisión, puede leerse en un pie de página en la obra “Familias Ensambladas”[1], de las Doctoras Cecilia Grosman e Irene Martinez Alcorta: “En las III y IV Jornadas Interdisciplinarias de Familia realizadas en Morón en 1993 y 1995, una de las comisiones de estas reuniones científicas trabajó sobre la “familia ensamblada”, presentándose numerosas ponencias sobre el tema. El X Congreso Internacional de Derecho de Familia realizado en Mendoza, Argentina, 1998, recomendó el uso de la denominación “familia ensamblada”, como una “categoría sociológica que tiene como finalidad encuadrar el objeto de estudio y promover su visibilidad en el ámbito institucional y científico”. También en la doctrina ya se emplea la misma designación, mencionando a título informativo el trabajo de la Dra. María Josefa Méndez Costa: Alimentos y familia ensamblada, Rev. “L.L., 1996, p.466
De modo, que al hablar de familia ensamblada, queda claro que no nos referimos a la mera suma de miembros provenientes de dos o más familias anteriores que aportan niños a la nueva familia, sino que más bien, nos referimos a una configuración familiar específica con roles y reglas propias. Por Ejemplo, no es lo mismos ser padre o madre en una familia ensamblada, que ser padre o madre en una familia nuclear. Las relaciones en la primera no ocurren espontáneamente como sucede en la familia tradicional. En las primeras etapas por las que transita una familia ensamblada sólo el padre o madre ejercerá el rol disciplinario y el nuevo miembro deberá desarrollar primero un vínculo con los hijos de su pareja antes de asumir dicho rol, debiendo contar para ello con el apoyo explícito de su cónyuge. Por su parte, los niños antes de aceptarlo/a deberán superar fuertes sentimientos de traición hacia el progenitor del mismo sexo del recién llegado/a.
LOS VÍNCULOS
Como se puede apreciar, el lenguaje juega un papel preponderante en la construcción simbólica de ésta (o cualquier) familia. A la hora de atribuir a cada miembro, el nombre originado en el vínculo entre un integrante de la pareja y los hijos e hijas del otro, las cosas no son más felices. Se llama “padrastro” al marido de la madre y “madrastra” a la esposa del padre, nombres que arrastran una connotación malévola desde hace siglos. En una encuesta realizada por la Fundación Familias Siglo XXI de Buenos Aires, entre niños de alrededor de 10 años, hijos de padres separados, se les preguntaba: “¿Tu papá (o mamá) se volvió a casar?” y cuando la respuesta era afirmativa, se le preguntaba: “¿Tenés madrastra (o padrastro)?” y la respuesta sistemática era: “No”.
El estereotipo estigmatizante
Cuenta la leyenda que cada vez que la madrastra de Blancanieves se miraba al espejito mágico, le preguntaba: "Espejito, espejito, ¿hay en el reino alguna otra mas bella que yo...? y la madrastra recibía la consabida respuesta: “Tú eres, la más hermosa de todas las mujeres”. Pero, cuando su hijastra cumplió los 15 años, el espejo le respondió: “La más bella de todas es Blancanieves”. Entonces, la reina montó en cólera y llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador llevar a Blancanieves al bosque, matarla y como prueba de haber cumplido con su encargo, debía llevarle en un cofre su corazón. ¡Realmente estremecedor!
“Blancanieves y los siete enanitos”, “Cenicienta”, “Hansel y Gretel” y otras historias - en su origen de transmisión oral - sobre madrastras y padrastros, fueron recogidas por los hermanos Grimm y volcadas en versión escrita en 1812; luego ampliadas en 1857 bajo el título de Cuentos de Hadas. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y ya nadie cree en los cuentos de Hadas... Sin embargo, pareciera que aún hoy, se creyera en la maldad innata de las madrastras y los padrastros.
Por su parte, la palabra padrastro deriva del latín “patraster” despectivo de padre. En sentido figurado significa “mal padre”, “estorbo”, y también se denomina así, al pequeño pellejo que se levanta en la carne inmediata a las uñas de las manos causando agudo dolor.
Como ocurre con las madrastras, los cuentos han presentado a esta figura como un ser malvado y sin ningún sentimiento de amor filial. Históricamente, los padrastros representaban una amenaza que ponía en peligro los bienes heredados por los hijos del primer matrimonio.
La Dra. Margorie Engel señala en un artículo publicado en Family Law (2005):
“Irónicamente, la cruda realidad es que en los cuentos de los hermanos Grimm originalmente los padres eran los personajes malvados y no los padrastros o madrastras. La historia de Hansel y Gretel comienza como un cuento sobre la maldad paterna. Ya para la cuarta edición de Nursery and Household Tales de los hermanos Grimm, se excusa al padre por abandonar a los niños y la madre abusiva se convierte en una increíblemente malvada madrastra, en el papel de la villana. En la primera edición de Blancanieves, es la madre quien quiere deshacerse de ella, y en la segunda edición, la Reina Madre se transforma en una madrastra sexualmente rival, con su espejito mágico.
Originariamente, estas historias eran narradas oralmente por y para adultos; éstos y otros cuentos sorprendentemente devinieron en cuentos para niños. La sociedad no apoyaba la idea de representar en los cuentos a los progenitores como seres malvados, lo que llevó a los editores a cambiar raudamente por una versión más comercial. Las malvadas madrastras se consideraban más apetecibles que las crueles madres, y ahora, muchos años después, las familias ensambladas deben padecer leyes con consecuencias impensables.
Podría ser inmensamente útil para las madrastras recodar que Märchen, término alemán para cuento, implica una historia buena y una mentira convincente”.
Lo cierto es que el estereotipo reinante hasta nuestros días, presenta a las madrastras y a los padrastros como seres crueles e indeseables. Los vínculos madrastra e hijastros/as - padrastro e hijastros/as son el eje alrededor del cual se conforma la familia ensamblada. Una mirada al contexto en el cual nace y perdura el mito, da cuenta que éste es el corolario de una ideología social que propugna el ideal normativo familia nuclear (padres e hijos) como la única forma válida de familia. De modo que, cualquier configuración familiar que se aleje del mismo, es objeto de recelo o no es considerada “una verdadera” familia. Resulta claro, entonces, que el estereotipo estigmatizante de la “madrastra cruel” al igual que el del “padrastro cruel”, no hacen otra cosa que sostener a la familia nuclear como la única familia socialmente válida y aceptable.
Cotidianamente en la vida familiar, las madrastras y los padrastros son llamados por su nombre o bien mediante frases en las cuales se mediatiza el vínculo a través de la figura del progenitor: “la esposa de mi papá” o “el esposo de mi mamá”, eludiendo la relación directa.
La forma en que se designa a una persona de nuestro entorno, la ubica dentro de la familia o como ajena a la misma y ello tiene un profundo significado para la construcción de los vínculos y la familia. Madrastra y padrastro, a pesar de su mala reputación, son nominaciones que permiten el uso del posesivo “mi”: “mi madrastra”, “mi padrastro”, al igual que: “mi mamá”, “mi papá”, “mi tío”, “mi abuela”, “mi familia”, etc.
En el ámbito jurídico - en la Argentina - se usa la el término “afín” para designar el parentesco que une a cada uno de los cónyuges con los parientes consanguíneos del otro. Es decir, es el matrimonio el que determina el lazo de parentesco y en este marco el padrastro recibe la denominación de “padre afín”; “madre afín”, la madrastra e “hijos afines”, los hijastros, existiendo entre estos miembros derechos y obligaciones recíprocas que estipula la ley en razón de su parentesco. En la familia ensamblada, los parientes de unos pueden no serlo de otros, por Ej., los hermanastros son parientes del esposo de la madre o de la esposa del padre, pero no lo son entre sí. Esta terminología jurídica permite el uso del posesivo “mi”, pero cuenta con el inconveniente de ser poco conocida fuera del ámbito del Derecho.
CONCLUSIONES: La falta de un nombre propio sumado a las connotaciones peyorativas subyacentes a las denominaciones con que se designa a estas familias y a los vínculos redunda – desde el punto de vista psicológico – en una disminución de la autoestima de sus miembros, especialmente de los niños y adolescentes que las integran.
Si bien, el sufijo astro añade un significado despectivo a los nombres en cuya formación interviene, padrastro, madrastra e hijastro/a o hermanastro/a afortunadamente van perdiendo su carga emocional negativa en forma paralela a la aceptación con que la sociedad va integrando a las familias ensambladas en su entramado como otra forma habitual de familia.
Hoy podríamos aseverar: ¡Madrastras y padrastros, eran los de antes!
Dra. Dora Davison
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