viernes, 26 de noviembre de 2010

EL ORIGEN





Mustafá soñaba que era una mariposa o era una mariposa que soñaba que era Mustafá


Acabo de ver en video el film El Origen (Inception) - estrenada en Buenos Aires hace ya varios meses - del realizador estadounidense Christopher Nolan y protagonizada por Leonardo DiCaprio, Ellen Page, Ken Watanabe, Tom Berenger y Marion Cotillard. Hace muchos años que dicto cursos sobre pensamiento sistémico y nuevos paradigmas, y esta película, que ha reclutado numerosos fans - especialmente entre los jóvenes - me sorprendió de un modo particular por las resonancias que evocó en mí. Quisiera compartir con ustedes estas resonancias.

El Origen plantea un gran dilema de las últimas décadas. Paul Watzlwick - epistemólogo, psicoterapeuta, investigador USA – hacia fines de los años ’70 publicó su libro "¿Es real la realidad?" y más tarde, en los ’80, "La realidad inventada", dando cabida a la pregunta que circulaba por entonces: ¿tenemos acceso a la realidad tal cual es?, ¿podemos conocer la realidad tal cual es? En distintas ramas de la ciencia había aparecido la misma pregunta, pregunta que por otra parte ya venía haciéndose el hombre desde la antigüedad y a la que Descartes le puso fin al formular su Principio de la Objetividad: cualquier idea, cualquier formulación que no estuviera absolutamente despojada de las características del observador quedaba fuera del campo de la ciencia, es decir, dicha formulación no era una explicación "científica".
Llegando a los '80 la pregunta resurgió con nueva fuerza, ¿podemos conocer la realidad tal como es? Y los neurobiólogos que venían investigando cómo opera nuestro sistema nervioso, es decir el órgano que usamos para conocer la realidad, dieron la respuesta: NO. En tanto seres humanos, somos necesariamente prisioneros de nuestra biología y no tenemos acceso a la realidad con independencia de nosotros mismos – los observadores -. Las características del observador entran necesariamente en las descripciones que hacemos de la realidad contrariamente a lo que postulaba la ciencia clásica. Distintos observadores hacen distintas descripciones de la realidad y no tenemos forma de saber cuál es la verdadera. El Principio de Objetividad - que ya venía siendo jaqueado y maltrecho - terminó por derrumbarse y los científicos - cuya misión en la vida es explicar - tuvieron que conformarse; entonces dijeron: "todo lo que podemos hacer es establecer consensos, acuerdos acerca de cuál es la realidad, cuál es la verdad". De ese modo, la realidad dejó de ser algo que está "ahí afuera" en forma independiente de nosotros y pasó a ser una "construcción", ya sea individual o social según la corriente epistemológica de que se trate: constructivista o construccionista.
   
Una vez, en un seminario que dictaba en Buenos Aires Humberto Maturana, lo volví loco preguntándole sobre este tema porque no podía entender cómo es esto de que no podemos conocer la realidad. Yo le decía: "pero, ¡cómo no va a ser posible con la tecnología moderna, con los aparatos súper-sofisticados que hoy tenemos, cómo no vamos a poder si estamos llegando hasta los planetas más lejanos, hasta las partículas subatómicas!" y Maturana me decía: “Nooooo! los aparatos por más sofisticados que sean son creados por el hombre, no podemos salirnos de nuestra biología para ver que hay ‘ahí afuera’ ".

Después de un tiempo largo elucubrando y leyendo sobre el tema, entendí y entonces, admití que la realidad es una "construcción" que hacemos entre todos (o entre muchos o entre algunos) y que es producto del consenso; también comprendí que desde este camino explicativo hay muchas realidades, muchas verdades "tantas - diría Maturana - como dominios de coherencia explicativa existen". Ya no le pedimos a la realidad que sea real, sólo pedimos que las explicaciones de la realidad sean coherentes.

En El Origen, los personajes poseen un tótem privado para saber si los acontecimientos que se suceden a su alrededor son reales o son un sueño. Como la película pertenece al género de ciencia-ficción, los personajes cuentan con esta posibilidad para diferenciar los sueños (que entiendo como construcciones) de la realidad, y nosotros – humanos al fin - no. En el caso de Cobb (Leonardo de Caprio) su tótem es un pequeño trompo; basta con que lo haga girar para establecer la diferencia: si sigue girando indefinidamente se trata de un sueño y si cae atraído por la ley de gravedad se trata de la realidad.  Sin embargo, en el final el director no deja claro si el tótem de Cobb sigue girando o si cae. El corte abrupto, con la pantalla en negro que pone fin a la escena y a la película es de gran impacto y genialidad: nunca podremos saber si el personaje esta en un sueño o en el mundo real.

En apoyo de mi interpretación de que cuando se habla de sueños en el film, éstos son equiparables a “construcciones”, reside en la presencia de otro de los protagonistas, la Arquitecta que construye los sueños. En nuestra vida cotidiana todos somos arquitectos, constructores de nuestra realidad.

El pensamiento sistémico elabora sus explicaciones en base a interconexiones entre los componentes del sistema que tienen lugar en un contexto que se halla contenido en un contexto más amplio que a su vez, es parte de un contexto mayor y así sucesivamente. En uno de mis libros, para explicar el marco teórico desde el cual entiendo los hechos de las familias, hice un dibujo que consiste en una serie de círculos concéntricos que pueden extenderse al infinito. Es igual al laberinto que dibuja la arquitecta en la película.

Los mundos imposibles de Ascher, la paradoja, la causalidad circular, las interconexiones, la construcción de la realidad... plasmar esto y más en una película de acción me sugiere una cabal expresión artística de nuestra época. Yo no leo ciencia ficción, pero creo que esta película y Matrix, dentro del mismo género, acercan al espectador - a través del séptimo arte – a los complejos laberintos de la ciencia actual.

Esta comprensión de la realidad como una construcción colectiva no significa que caminemos por la vida perdidos en la neblina. Significa que somos responsables de la realidad que construimos, para bien o para mal. Que ninguno de nosotros – los humanos - somos poseedores de “la verdad” en detrimento de otras verdades ajenas, que ninguno de nosotros tiene un acceso privilegiado a “la realidad”. Y aunque podamos defender con vehemencia nuestras verdades, nuestras convicciones, nuestras realidades construidas y hasta morir por ellas, siempre será bajo nuestra más absoluta responsabilidad y no en nombre de terceros o de una realidad superior. 

La duda que me queda es ¿porqué El Origen le gustó especialmente a tantos jóvenes? ¿Será porqué, de alguna manera, la nueva generación sabe lo que yo tuve que aprender con tanto esfuerzo?

Dora Davison