sábado, 3 de septiembre de 2011

EL TOQUE DEL REY MIDAS

Relata la mitología griega, que el Rey Midas de Frigia le hizo un servicio a Dionisio, el dios de la celebración. Dionisio, agradecido, le preguntó cómo podía recompensarlo y el rey le contestó que deseaba que todo lo que tocara se convirtiese en oro. “Si tu lo deseas...” le dijo Dionisio y así fue. El avaro rey, impaciente por comprobar que su deseo se había cumplido, tomó una delicada flor de vistosos colores e inmediatamente ésta se convirtió en oro brillante. Tocó los frutos que colgaban de un árbol y se convirtieron en fantásticas formas auríferas. Y así también las piedras, los vestidos, los muebles; en fin, todo cuanto tocaba se convertía en oro. Embriagado por la codicia, corrió a su casa y en el camino salió a su encuentro su hija Zoe, lleno de contento él la abraza y se le cae una estatua de oro.

Afortunadamente, el toque del Rey Midas no funciona entre nosotros, aunque no siempre nos apercibimos de esta suerte.
Los seres humanos somos seres complejos, esto quiere decir que no siempre generamos en el otro la misma respuesta esperada (ni el otro la genera en nosotros). De ahí, nuestros reclamos en la vida cotidiana: “Pero, si ya te dije....”, “Pero, ¿cómo?.... ¡si yo te dije...! Los seres vivos estamos estructuralmente determinados, lo cual quiere decir que la respuesta está determinada por nuestra propia estructura y no por el agente externo. Humberto Maturana ve en la leyenda del Rey Midas lo que sucedería si se suspendiera (milagrosamente) el determinismo estructural. El rey siempre genera lo mismo que desea: oro.
Los humanos, en tanto, seres vivos, compartimos una historia de interacciones recurrentes que transcurre en un permanente gatillar de cambios estructurales mutuos. Como resultado, no nos pasa cualquier cosa, nos pasa lo que nos puede pasar de acuerdo con nuestra estructura y nuestra circunstancia. 

Dora Davison
CURSO ON LINE “INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO SISTÉMICO. NUEVOS PARADIGMAS”