domingo, 16 de enero de 2011

¿Y VOS, CÓMO TE COMUNICAS?

- Pero, “gloria”, no significa una bonita argumentación definitiva – objetó Alicia.
- Cuando yo uso una palabra – dijo Humpty Dumpty con cierto menosprecio – significa justamente lo que yo quiero que signifique, nada más, ni nada menos.
- La cuestión  es – dijo Alicia – si usted puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes.
- La cuestión es - dijo Humpty Dumpty – quién es el que manda: eso es todo.
Lewis Carroll.
Alicia a través del espejo


Hay formas comunicativas que implican una petición de obediencia.

Tradicionalmente explicar algo, tiene que ver con cómo es la cosa “en sí misma”; entonces, una explicación será o no válida, por referencia a una realidad independiente de quien hace la referencia. En estas circunstancias, cuando “el otro” no acepta nuestro argumento explicativo, lo descalificamos: “está equivocado, no atiende razones, no ve la realidad, es ciego, ignorante o mal intencionado”.

Sin embargo, los neurobiólogos modernos nos están diciendo algo muy diferente: nuestras descripciones de la realidad, están siempre atadas a nuestra biología, a nuestras propiedades como seres humanos. Bueno, esto es algo que en cierto modo, supimos siempre auque no lo ponemos en práctica: las cosas son del color del cristal con que se las miran.

“TODO LO DICHO, ES DICHO POR UN OBSERVADOR A OTRO OBSERVADOR”

Nuestra estructura como seres vivos no nos permite distinguir en la inmediatez de la experiencia, percepción de ilusión. Y cuando caemos en a trampa de una ilusión óptica (o de otra clase) la diferencia entre ambas la hacemos siempre a posteriori: “Ah! qué lástima, el tren de al lado es el que parte”, decimos mientras esperamos sentados en el vagón. Además, nuestra estructura inevitablemente genera restricciones a las observaciones que realizamos: “siempre nuestras miradas son generadoras de cegueras”: si miramos adelante, no vemos atrás.

Este modo de pensar acarrea consecuencias diferentes en la convivencia. En el modo tradicional, el conocimiento da poder; implica el acceso a “la realidad”, un acceso privilegiado que no siempre “el otro” posee, que no siempre se comparte.
En la medida que nos consideramos objetivos, nos apropiamos de una verdad trascendente y desde ese lugar de privilegio justificamos nuestra conducta. Actuamos en nombre de la verdad, de la relidad, de otros o de un poder superior y por lo tanto, no somos genuinamente responsables por ella.  En nuestro accionar, a lo sumo, somos tolerantes. Toleramos al otro considerando su posición equivocada, pero “la tolerancia, a diferencia del respeto es la negación postergada de “el otro” (Humberto Maturana). Es muy diferente decir: “te respeto” a decir: “te tolero”.

En cambio, cuando aceptamos que "la realidad” está enraizada en nuestra biología, siempre somos responsables de lo que decimos y hacemos. Pero no, desde la convicción de que estamos en posesión de la verdad, sino simplemente porque así lo deseamos y nos hacemos cargo de las consecuencias de lo que decimos. Es decir, actuamos responsablemente a la hora de comunicarnos.
Tampoco las explicaciones científicas son una excepción. A diferencia del modo de pensar tradicional, no requieren del Principio de Objetividad, sino de ciertos criterios particulares de validación. Estos criterios de validación no tiene necesidad de la objetividad cartesiana para funcionar: lo que es necesario para el investigador no es un mundo de objetos cuya realidad sea independiente, sino una comunidad de observadores cuyas declaraciones formen un sistema explicativo coherente.

Desde esta perspectiva, las palabras se definen en el dominio de acciones, tienen que ver con las acciones. Son nodos en redes de conversaciones y coordinan distintas conductas y emociones; lo que le dice a uno el significado de las palabras son las acciones que coordinan.
Nuestro espacio relacional como seres humanos se da en el conversar. Solemos hablar de palabras que “acarician”, de palabras que “hieren”, decimos “sus palabras me llegaron, me tocaron”, todas acciones. Al conversar nos tocamos unos a otros y al hacerlo, gatillamos cambios estructurales mutuos.

Por eso, las palabras nunca son banales, pero hay que tener en cuenta que el significado de lo que se dice lo da el que escucha y no el que habla. El significado se define en el dominio del observador; es una reflexión que hace el observador, sobre una cierta dinámica de coordinaciones de acción. De modo, que si queremos ser comprendidos debemos asegurarnos de que nuestro interlocutor escucha lo que efectivamente queremos decir. Entender es el ver una experiencia en un contexto más grande de experiencias en el dominio de las conversaciones.

Al conversar construimos realidades, de ahí su importancia y la responsabilidad que conlleva.  Es claro que la realidad de Alicia no es la misma que la de Humpty Dumpty.

Dora Davison

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